viernes, 19 de abril de 2024

¡Cuidado! Veo una pelota y freno


Por motivos que a nadie le interesa hoy me subí a la bici y encaré hacia Cabildo y Juramento. Lo que pudo haber sido un accidente que me arruinara la semana, o que me indignara, o que me llevara a despertar una justificable ira, terminó en una reflexión y un abrazo a la compatibilidad de códigos.

Unos 8 kilómetros me separaban del destino. Suelo ir para esos lares cruzando la zona de Villa Crespo, Colegiales y demás, pero la gente maneja muy boluda los viernes a la tarde por Avenida Córdoba. Bien podría hacer alusión a una de las frases con la que más amigos y enemigos ganó Diego Iglesias pero sí, esa avenida es la muerte y más aún durante el último día de la semana cuando la gente se quiere escapar rumbo al sol, como buscando hacer fotosíntesis allá pasando General Paz. Una playlist en los oídos con música tranqui de bandas similares a Tahiti 80 porque ni ganas tuve de ver qué podcast había disponible. La opción elegida para llegar fue Libertador. Y ahí por Libertador y Coronel Díaz doblo para encontrar justo frente a mí a un flaco en una mountain bike curiosamente usando piloto beige. ¿Quién carajos sale de la casa temprano sin ver el pronóstico y más cuando anunciaban un pico de 25 o 26 grados a esas horas? Eso fue lo que pensé varias cuadras por la bicisenda.

Allá por Olleros y Libertador ocurrió lo que podría haber sido el motivo de una pelea callejera, o al menos de un intercambio de puteadas. Aunque pensándolo bien la ocasión era más favorable para mí en ese desquite verbal. (No va que) el flaco del piloto beige frena casi sin pensar en nada más. Ni pensó en que atrás podía venir alguien pedaleando. O varios. No tuvo en su mente la idea de que si éramos muchos los de atrás se podía generar un choque en cadena. Uno puede entender que se termina la semana laboral y solo querés llegar a tu casa. A tu sillón. Prender la Play o darle de comer y cariño al Boby que estuvo todo el día solo. O simplemente llegar a una juntada porque todavía tenemos ese combustible simbólico a precio de lista como para aprovechar y nivelar para arriba la fuerza de trabajo que hasta recién estuvimos depositando.

No lo pensó. Bajó la guardia o ya venía con la carga vacía varios kilómetros atrás. Y ojo que yo tengo una carta bastante presente con las nociones que el francés Georges Bataille nos dejó en la universidad (esa, pública y siempre de calidad) sobre el gasto improductivo -y en cierto punto liberador-. El currículum de quien habitó este mundo entre fines del siglo XIX y 1962 no es nada bonito a los ojos de los moralistas. Mucha jarola, noche, pérdida de conciencia del aquí y ahora (¡ah re, pará el Arte de Vivir!). Bataille decía que el hombre negaba su animalidad. No pretendía que volviéramos a esa instancia de barbarie, anarquía y pura subsistencia sino recuperar cierta humanidad que no le teme a la muerte y que puede hacer del presente un fin. En “La noción de gasto” (1933) el tipo quiere explicarte por qué el fin del ser humano en ese ser humanos apunta a lograr hacer lo inútil. En un mundo que nos seteó para el hacer productivo, para que todo lo que hagamos tenga un beneficio (y si es económico, mucho mejor), hacer lo improductivo es la excepción a la regla como si la regla fuese lo bueno y la excepción, lo malo. Creo que, a los ojos de este pensador, aún en un tiempo tan distinto al que vivió, el acto juzgado del ciclista de piloto desprovisto, en su mente está autonomizado de las consecuencias.

Retomando. Cruzando Olleros el tipo clavó los frenos, como bien dije. No sé qué se le pasó por la cabeza, pero sí sé qué se le cruzó por su campo visual. Era una pelota. Una número 5 que seguramente se escapó de la Plaza República de Bolivia. Yo logré verla de refilón antes del impacto. Era de las de YPF que te dan con los puntos (o algo por el estilo). Era el único objeto por el que frenó en todo su camino salvo por los semáforos y los humanos que salieron a verle la cara al sol. Por ese objeto que todo amante del fútbol se cruza por casualidad pidiendo que le llegue a sus pues sin analizar en el costo que tuvo, ni el material, ni el calibre, la marca, si es profesional o una versión lowcost, el tipo clavó los frenos y no me dio otra opción que chocarlo. Insisto en que podría haberlo insultado. Lo hago prácticamente todos los días en la vía pública y seguramente es algo de mi animalidad devenida en verbo y predicado que en algún momento trabajaré. Su cara lo decía todo. Su boca solo pedía perdón y lo desnudaba por completo, receptivo de cualquier insulto que justificaba con sus ojos bien abiertos y el filtro sorpresa que cubría su rostro. Insultarlo era pegarle al arco sin arquero. La situación era una hinchada que lo pedía a gritos. Las opciones eran: “Flaco, prestá atención”, como una advertencia facilista y tibia, desde el lado de la correción. O un “Pero la puta madre, me crucé al último boludo de la semana”.

No aprovechar esa situación con un rival entregado y a punto de abandonar podría significar una barra brava visitando el lunes el predio de entrenamiento para escuchar argumentos. No lo pude hacer. No pude frente a toda esa inmensidad sin protección. Toda esa animalidad no corrompida. Solo pude decirle algo lejos de un insulto proveniente desde la norma y la moral. “Está todo bien, flaco. Yo también veo una pelota y freno. Devolvela con los pies, como Dios manda”. Fue un abrazo simbólico que no hubiese surgido si no caíamos en el accidente. Un movernos a un lugar donde manejamos un mismo código que deja afuera a muchos.

martes, 10 de mayo de 2022

Día de la Comunicación Social: Canciones que nos hicieron reflexionar sobre el papel de los medios

Un recorrido musical que nadie pidió sobre  qué tan bien y tan mal nos hacen.  

Quizás resulte paradójico que el Día de los Medios de Comunicación Social no tenga tanta prensa. Puede que al leer esto te estés enterando que se conmemora cada 10 de mayo en todo el mundo, justo una semana después del Día Mundial de la Libertad de Prensa, pero esto es tan solo un detalle.

También es paradójico que haya sido la iglesia católica que lo instauró, y que entre los orígenes de los periódicos se encuentre la función de mantener al comercio sano, cuando mercaderes comenzaron a comprar información sobre rutas seguras para no perder sus especias a manos de saqueadores.

En fin, demasiada profundidad para lo que quisiera expresar, aunque no me voy a adentrar directamente al día, que debería ser una jornada de reflexión acerca del papel de los medios de comunicación en la sociedad, más aún en tiempos en los que a veces olvidan su  responsabilidad mediante la proliferación de información con poca rigurosidad periodística y con el afán de confundir o difundir contenido engañoso para desinformar. De repente no solo los que estamos vinculados con los medios desde distintos lugares tuvimos que ser cautos con el ejercicio de detectar si una noticia era tal.

Volviendo a lo que seguro pueda entretener un poco más, me dispongo a hacer un viaje musical por bandas que pusieron el foco sobre el papel de los medios. Algunos lo hicieron desde la crítica (negativa) o desde su carácter, a veces, disfuncional. Otros solo lo mencionaron o giraron sus historias.

La inmediatez con la que nos enteramos de qué sucede en el Congo, o si en China están trabajando en nuevos hallazgos científicos, o si un estudio en Michigan descubrió tal o cual cosa ya no nos sorprende y da cuenta de verdades que son ajenas a nuestro modo de vida. Su repetición en las pantallas nos convoca a interiorizarlo y hasta perdemos de vista la lejanía y su nulo impacto en nuestro quehacer habitual. En 1989 Joaquín Sabina escribió una canción para la cantante mexicana Guadalupe Pineda. Se titulaba “Eclipse de mar”, que conoceríamos -con algunos ajustes- de parte de su boca en 1990 entre los temas de su séptimo disco, “Mentiras piadosas”. Parte del éxito de esa canción se le debe a la participación, en su composición, del escritor y músico, y cineasta, y escultor, y pintor y poeta español Luis Eduardo Aute (permítaseme abusar de la conjunción “y” como efecto de exageración de la suma de actividades que este casi desconocido en nuestra tierra se dedicó a acumular).

Si no te suena de entrada esta canción solo voy a ayudarte diciendo que arranca con “Hoy dice el periódico que ha muerto una mujer que conocí”, y que quizás la tengas también presente gracias a -me pongo de pie- Juan Carlos Baglietto -me siento nuevamente-.

¿Qué tratan de hacer Joaquín y Aute? Explicar que las noticias internacionales poco les importan. Al narrador le interesa lo que tiene que ver con las relaciones interpersonales entre los más cercanos. Puntualmente sobre “esa” persona. Al sujeto no le interesa nada más que saber de la otra persona. Ni pelota con que perdió el Atlético  de Madrid (club del cual es hincha Sabina y hasta escribió su himno), ni que las putas en Moscú están de huelga. De la persona que le interesa, ni noticias. Arriba de todo ponen la importancia de la cotidianeidad, lo singular y la experiencia personal. Abajo, lo que se cree que es noticiable para la mayor cantidad de personas -o lectores, espectadores, consumidores de medios-. En momentos en que lo privado busca ser convertido en acontecimientos públicos como solemos toparnos en las revistas del corazón (y con esto se te cayó el DNI, Matías), es lo mínimo y minúsculo lo que al narrador le da peso con fuerza.

Sabina y Baglietto: Eclipse de mar 

Y sobre la poco suficiente efectividad de la barrera que divide lo público de lo privado de una celebridad, Michael Jackson en 1987 lo ilustra con su tema “Leave me alone”. Se desquita con la prensa mencionando lo mal que le hace una relación. “Leave me alone, stop it!Just stop doggin' me around”, le pide a la prensa en el videoclip, que está hecho con páginas de diarios satirizando rumores de la vida del cantante.

Michael Jackson – Leave me alone! 

Otro punto sobre el que detenernos en este día está en la sobreinformación a la que estamos expuestos (ni me voy a frenar en que en realidad es una acción más activa que pasiva). El control del consumidor de medios es expresado en Rather Be, de The Verve, en 2008. Por esos días, Richard Ashcroft, cantante y líder de la banda, expresaba en la BBC algunas cosas referidas a lo que quisieron decir con la letra: “Estamos tan bombardeados con tanta información y hay un punto en el que solo tenés que apagar y desconectarte de todo”.

The Verve – Rather be 

Los medios también refuerzan valores y modos de percibir al mundo. A veces se pasan y construyen estereotipos que afectan a los públicos negativamente (a propósito, en nuestro país tenemos la Defensoría del Público para promover a diversidad cultural y lingüística y combatir contenidos perjudiciales para la sociedad). De eso habló Robbie Williams en 2013 con su canción “No one likes a fat pop star” después de que varios medios se centraron en criticar que estaba excedido de peso (elegí esa palabra porque tenemos establecido que debe haber un límite desde lo estético y de él tenemos que desprendernos). Ya lo dice el título y lo repite en la letra: “nadie quiere a una estrella del pop gorda”. En la canción cuenta que un día tuvo que suspender desayunos y comidas, y con ellas, la alegría. Todo para ser una estrella musical acorde a los cánones que los medios suelen reforzar.

Robbie Williams – No one likes a fat pop star

Por último, celebremos que las noticias y los medios han contribuido a la creación de grandes canciones. En 1981, The Human League lanzó el disco Dare!, que contenía el clásico “Don’t you want me”. Se trata de una conversación algo tóxica entre dos que fueron pareja. En la historia, el narrador hombre cuenta que conoció a una mesera y la llevó al estrellato, aunque ahora estén peleando. La canción estuvo inspirada en artículo de revistas destinadas a las mujeres. Lo que dejó: número 1 en los charts inglés y norteamericano.

The Human League – Don’t you want me

sábado, 13 de noviembre de 2021

Movement de New Order: 40 años de un experimento de transición lejos del mito de Ian Curtis

Este 13 de noviembre se cumple un nuevo aniversario del primer disco de la banda que emergió en Manchester tras el suicidio de líder y cantante del proyecto anterior, Joy Division.


Aquel día de mayo de 1980 que Ian Curtis eligió para suicidarse, no solo se llevaría por siempre el genio con el que el artista navegó en contra de la canción de la época, y sus brazos descontrolados, sus letras “dadaístas” hechas de papeles que salían de una bolsa, su melancolía y una actitud para enfrentar al mundo como un experimentado ser de más del doble de la edad que tenía. 


También enterraría bajo el mármol y la piedra (como reza “In a lonely place”, una de sus últimas composiciones) un liderazgo y el nombre Joy Division para siempre. ¿Qué dejaría? La obligación de un grupo de músicos que años antes se vio alcanzado por la onda expansiva de bandas de punk que llegaron a Manchester para encender la mecha de lo que sería el post-punk en la isla. 


“Nunca hubo sugerencia alguna de rendirnos y volver a nuestro trabajo diario”, contó el baterista Stephen Morris en su autobiografía Record Play Pause. Había que encontrar algún motivo para seguir adelante saboreando algo que descubrieron que bastante bien podían hacer. Varios fueron los nombres que se barajaron, así como tuvieron que abrir un nuevo mazo para nombrar a este juego como New Order.


Aquella primera señal de discontinuidad forzada se dio con el disco Movement, grabado en los estudios Strawberry de Stockport, mezclado en los estudios Island de Londres y publicado el 13 de noviembre de 1981. Y ese primer sonido llegó de la mano de “Dreams never end”, que en su letra le haría frente al Curtis escritor que tiempo atrás había dicho que los sueños sí mueren –en la letra de “Insight”, de Joy Division–.


Un bajo de Peter Hook en las primeras notas mostraba algún punto en común con aquel otro que él mismo supo tocar en la agrupaciòn anterior, pero bastarían tan solo 7 segundos para presentar, a través de la batería de Morris, la nueva tendencia de la banda que rápidamente se metería hasta en los boliches, que tendría más sintetizadores sonando que el proyecto previo, que se había mantenido en la oscuridad, con sonidos monótonos pero no así no atrapantes. 


En el fondo sonaban las guitarras de Bernard Sumner y de Gillian Gilbert, novia de Morris y nueva integrante que llegaría para completar, desde el teclado y la guitarra, el cuarteto que 18 meses atrás había quedado rengo.


Luz sobre la voz oscura

La sombra de Ian Curtis continuaría en ese intento por seguir la línea con la voz de Peter Hook en ese primer track. “Habíamos perdido a nuestro cantante, eso ya era bastante desalentador. Es increíble cuán vulnerable y desnudo uno se siente cantando. Me doy cuenta ahora mientras la gente toca y canta, porque es mucho mejor. Incluso en la actualidad, si rompés una cuerda y pierdo la guitarra, realmente me siento como si se me cayeran los pantalones”, contó el bajista en una entrevista que dio en 2017 a TeamRock.


¿Quién sería la nueva voz que marcaría una nueva identidad en el resto de la obra de New Order? El debate se abrió para los tres integrantes masculinos. Hook podía hacerlo pero, como se vio, no le sería nada cómodo. El desenlace de esta disputa se resolvería con Sumner al frente (o mejor dicho, detrás) del micrófono. De esta forma, armonía, sonido y voz encajaban en lo que el momento y la moda pedían y acostumbraban –a diferencia del proyecto anterior, que desencajaba y empujaba al desacostumbrar–, con un sonido más electrónico como en “Truth” y “Senses”, más experimental, con la incorporación de ruidos y sonidos rara vez utilizados que, de la mano del visionario productor Martin Hannet, serían parte del luego reconocido “sonido de Manchester” del que otras populares bandas se guiarían.


Ian Curtis. Con su muerte murió Joy División.  Con la muerte de Joy División nació New Order.

Pero los lazos directos con la sombra de Curtis se harían notar también en otra canción como “ICB”. Luego de un viaje de vuelta desde Estados Unidos, ya como New Order, las manetas tenían un sticker que decía “ICB”. “Dije, ‘Miren, es Ian Curtis Enterrado (Ian Curtis Burried, en inglés). Finalmente era el nombre de la compañía de transporte, International Couriers Business o algo así. Pero también era ICB y a todos les gustó”, contó Peter Hook en una entrevista en la que se develó el misterio del nombre.


Luca Prodan, el importador

“En Inglaterra, mi novia era la manager de un conjunto que se llamaba Manicured noise, o sea Ruidos manicureados, y la batera que después fue la primera batera de Sumo, era la novia del guitarrista de Joy Division que después fue el guitarrista de New Order también”, relató Luca Prodan en la última entrevista que concedió a Tom Lupo en 1987, apenas unos meses antes de su muerte. El embajador de Joy Division en Argentina había sido el líder de Sumo. El sonido que quiso lograr en el país era el que traía desde Europa, tan desconocido para el resto de los integrantes.


Luca Prodan buscó imponer en Argentina el sonido de Joy Division y 
le dio espacio a New Order en uno de sus primeros temas.


La línea de New Order se cruzaría con la música argentina con Movement. Es que en el primer álbum de Sumo de 1983, Corpiños en la madrugada, se incluiría la canción “Divididos por la felicidad”, que en un principio se iba a llamar “Divided by joy” y con ella sobran los motivos para relacionar a ambas bandas. Se trataba de una copia, con otra letra y grabada en Nono, Córdoba, de la canción “ICB” incluida en el disco debut de New Order.


 
"ICB", de New Order, y "Divididos por la felicidad", de Sumo. Se cuenta que Luca y Dafunchio la escribieron para homenajear a Joy División.


Movement fue un experimento de transición. Fue la necesidad de un grupo de músicos para seguir adelante. Fue un intento de olvido que quedó trunco, pero también fue un indicio del sonido que se impondría rápidamente y que, como vimos con Luca Prodan, se extendería por todo el mundo.


sábado, 17 de abril de 2021

Detener el tiempo: Algunas canciones que intentaron hacer lo que los dioses no pudieron

La temática recurrente del tiempo en la música anglo (en todas sus acepciones) nos invita a repasar cómo los artistas lo utilizaron para contar historias, recordar el pasado o alejarse de él.

Nota al margen: Antes de comenzar, podés seguir la lectura con la playlist de este artículo acá.


La pandemia nos invita a pensar nuevas formas en las que habitamos el mundo. Desde el aquí y ahora (qué trillado, Matías) nos empuja a reflexionar sobre lo que haremos cuando podamos prescindir de las restricciones (acá es cuando me pongo optimista), pero también nos recuerda cosas que hicimos y lo que fuimos antes de marzo de 2020.


Para la mitología griega, Chronos era el dios que personificaba al tiempo. De su unión con Ananke (diosa de la inevitabilidad) surge una combinación de destino y tiempo sin pausa. Dan cuerda infinita a las reglas que no podrán cambiar luego otros dioses de mayor calibre, como Zeus. Y vaya que también lo intentaron otros personajes que se alimentan de crear letras y canciones. Lo seguirán haciendo mientras haya un acorde y una armonía detrás o sobre una letra que podamos descifrar.


Según el sitio Lyrics.com, la palabra “time” se incluye en 423,657 canciones, en los nombres de 85 bandas y en 50 discos. Su uso recurrente y las varias acepciones que tiene en el idioma inglés la convierten en una temática con una incalculable presencia. Ni hablar de aquellas líneas de canciones sin mencionar la palabra y que refieren a algunos de sus significados. “Time” como tiempo, en el sentido más aproximado que tenemos desde la literalidad, pero también invoca al momento, al turno, a la vez y a la oportunidad.


Un tren que no va a frenar

En 2001, al músico John Mayer le pegó fuerte esto de no poder controlar el paso del tiempo. "Mis 20 fueron muy buenos y podría haberlos alquilado. Pero a los 27 colapsé. Ahora a los 30 ya me compuse” contó en 2007 en una entrevista al Daily Mail sobre “Stop this train”, canción que habla sobre envejecer.


Paren este tren

Quiero bajarme y volver a casa

No puedo controlar la velocidad con la que va

Sé que no puedo

Pero honestamente, ¿puede alguien frenar el tren?


No, John. No se puede. Habrá que llenar este tiempo que llamás tren lo mejor posible.



En un instante, todo pasó

A veces solo necesitamos una chispa que encienda viejos recuerdos, de esos que podemos solo materializar verbalmente, que podemos describir hasta con olores y sensaciones. Así lo hizo Eddie Vedder en 1993, cuando junto a su banda Pearl Jam publicaron Vs. que incluía “Elderly woman behind the counter in a small town” (algo así como “señora mayor detrás del mostrador en una pequeña ciudad”)


Lo juro, reconozco tu aliento

Recuerdos, como huellas dactilares, van lentamente surgiendo


Se trata de una canción surgida de un poema del cantante, en el que el personaje masculino regresa a su ciudad y se encuentra con su viejo amor, ambos distintos de aquellos que se despidieron muchos años antes. La letra deja varias frases que están inevitablemente asociadas al paso del tiempo: “Es duro cuando te estancás sobre un estante”, lo que bien podría significar un portarretrato con una foto de ellos de jóvenes. El tiempo pasa, nos cambia, pero siempre hay un espacio en stand by esperando despertar como ocurrió con estas dos personas. Posiblemente en este momento te acordaste de esa persona que si volvieras a ver nuevamente te podría despertar la sensación de haber vuelto el tiempo atrás, aunque sea un rato.



Un buen viaje

“Es algo impredecible pero, el final está bien”, escribió en 1993 Billie Joe Amstrong, cantante de Green Day, luego de que su novia se fuera a vivir a Ecuador. Igual el resto de la canción “Good riddance (Time of your life)” (Buen viaje, el momento de tu vida) muestra algo de enojo e impotencia, pero tambén comprensión y entrega al futuro.


Otro momento decisivo,

Una bifurcación puesta en la ruta

El tiempo te amarra con su correa, dirige tu camino

Así que rompela en este examen y no preguntes por qué.

No es una pregunta, pero sí una lección aprendida a tiempo.


Lo que no se dio a tiempo fue el éxito de la canción. Si bien había sido escrita en 1993 y él quería que se publicara en el disco Dookie, la banda y el sello creyeron que no era conveniente, porque era una balada que no pegaba con tanto punk característico de esa temprana etapa de la banda, y en especial, del disco. Finalmente la conocimos dentro de Nimrod (1997).



De ahora en más

Dejar una ciudad para perseguir un sueño debe ser parte de una historia común de muchos artistas que llegaron y que miraron atrás para contar sus historias. Billy Corgan, por ejemplo, abandonando su pueblo para triunfar en Chicago, dejando atrás momentos, tiempos. Poniendo un separador para que, a partir de esta noche (insisto, esta noche), se construya un futuro. Algo de esto es el condimento que vuelca en “Tonight, Tonight”, interpretada por su banda, Smashing Pumpkins, en su disco (me pongo de pie) Mellon collie and the infinite sadness de 1995 (me vuelvo a sentar).


Tiempo, no es tiempo en absoluto

nunca jamás podés marchar

sin perder un pedazo de juventud

y nuestras vidas son cambiadas para siempre

nunca seremos los mismos.


Parece que le fue bien en su impensado nuevo futuro en una gran ciudad, porque justamente esta canción cuenta con 30 cuerdas de la Chicago Symphony Orchestra. Bien hecho, Billy.




El pasado con nombres propios

El tratamiento del paso del tiempo en las canciones merece un apartado especial. La posibilidad de crear letras con ejemplos puntuales que remitan a historias que puedan ser contrastadas con las del enunciatario. Esta interpelación se da con nombres que no conocemos, pero que nos ayudan a completar un poco el sentido que le quisieron dar desde la instancia de producción de estos discursos. En estos casos se optó por la enumeración como figura retórica, y con ella nos cuentan qué fue de la vida de amigos de los artistas una vez que crecieron.


Lo podemos ver en dos canciones: “The kids aren’t alright” de The Offspring (Americana - 1998) y “Summer of ‘69” de Bryan Adams (Reckless - 1984). Las dos se paran en un presente que narran historias de la infancia. The Offspring repasa las tragedias de los vecinos de su cantante, Dexter Holland, mientras que Adams, inventando junto con el escritor Jim Wallace (hice algunas cosas para Aerosmith), ficcionaliza veranos de la juventud.


La canción de The Offspring nace de un viaje que hace Holland a su viejo barrio, Garden Grove, en Orange County, California. Las tragedias de sus viejos amigos se contrastan con una irónica frase que dijo alguna vez y que habla del espíritu de su país y del título del disco (claro que para nosotros América es todo el continente, pero estos yankees llaman así a su país como si no existiéramos los de abajo): “Crecés en EE.UU., y se supone que tenés que tener un futuro brillante”.


Jamie tuvo una oportunidad, bueno, de verdad la tuvo

Pero en su lugar, dejó los estudios y tuvo un par de hijos

Mark todavía vive en la casa de sus padres, porque no tiene trabajo

Solo toca la guitarra y fuma un montón de hierba

Jay se suicidó

Brandon tuvo una sobredosis y murió

¿Qué demonios está pasando?

El sueño más cruel, la realidad.


Calate (sorry for my argentinian) este video. Fue innovador en su momento.


En el caso de Bryan Adams, “Summer of ‘69” (que en realidad no habla del año 1969, sino que hace alusión al sexo), la enumeración de casos -más breve- para reforzar la idea de recordar los veranos de juventud están relacionados con la carrera musical del narrador:


Yo y algunos chicos del colegio

Teníamos una banda y lo intentamos muy duro

Jimmy renunció y Jody se casó

Debí haber sabido que nunca llegaríamos lejos

[...]

Estábamos matando el tiempo

Éramos jóvenes e inquietos

Necesitábamos descansar

Supongo que nada puede durar para siempre.



Seguramente recordarás más canciones que refieren al tiempo, como “Time” de Pink Floyd, “One more time” de Daft Punk, “When I’m sixty-four” de The Beatles, “Times like these” de Foo Fighters, “The times they are a-changin’” de Bob Dylan o “Time to pretend” de MGMT. ¿Cuáles creés que tienen que estar?


Si no lo hiciste al principio, podés ahora escuchar la playlist de este artículo en este link.

martes, 23 de marzo de 2021

El éxito del fracaso

Cómo una historia dura y real fue el puntapié de una gran carrera musical.


Quizás esta sea una historia cliché más, como las que vimos repetidamente en las novelas de Thalía con distintas amalgamas, esas que edulcoran la vida y que arranca de la fórmula burguesa "iniciar en situación -10 y terminar con finales felices". Pero es bueno reconocer que allá afuera, o en nuestras familias o amigos, y también en sonidos que escuchamos en el shuffle del reproductor, aparecen estas historias que apañen al fracaso con un toque de suerte (comprobado: no pasa siempre).


Todo mal para un tal Brandon Flowers que una noche, sin poder dormir porque percibía que algo no estaba del todo bien con su novia, se fue a un bar. Allí estaba ella. Con otro. Todo bien para lo que vendría años más tarde.


Brandon y su amigo Dave Keuning eran jóvenes aún cuando en 2001 salió el disco “Is this it?” de The Strokes. Los adolescentes soñaban con ser músicos y algunas cositas tenían entre cuadernos y riffs improvisados. El recientemente comprado disco de The Strokes sonaba realmente bien en ese auto y eso los desmotivó al punto de descartar (casi) todo el repertorio que venían construyendo. “Casi” porque quedó una canción tan real como las sensaciones que allí Brandon depositaba, con imágenes que él mismo creaba y relataba, que no hacían más que mantener una herida abierta. 

Mr Brightside

Celos, negación y revivir la historia para superarla. Esos tres condimentos tiene aquella letra creada para la melodía que Keuning conservaba y que pintaba a Flowers como un completo hombre positivo pero también un negador. Mr Brightside, del disco “Hot Fuss” de 2004, era la canción inspirada en un fracaso amoroso.


“La letra es sobre una antigua novia mía. Todas las emociones en la canción son reales. Cuando escribía la letra, mis heridas estaban demasiado frescas. Yo soy Mr Brightside. Pero creo que esa es la razón por lo que la canción ha persistido, porque es real. La gente percibe esas cosas. Se refleja muy bien en la producción, que grabamos en un par de horas, pero suena como tiene que sonar”, relató el cantante en una entrevista a Q Magazine.


Ese primer corte sería la canción que más tiempo permanecería en los charts británicos: 253 semanas. (Dato al margen: más nacidos y criados en Las Vegas no se consiguen, pero en un principio gran parte del público creía que eran ingleses). Fueron 35 semanas consecutivas, lo que también resulta un número, con una canción que sigue siendo protagonista en los recitales, y que el tipo tiene que seguir cantando y reviviendo aquel mal trago que, por qué no decirlo, les abriría las puertas al estrellato.


En tiempos en que es difícil estar en modo Mr. Brightside, historias como estas dejan abiertas las puertas para creer que allá adelante la cosa estará mejor.

Con toda esta data ya podés escuchar la canción, ilustrarla con el clip, que seguramente encontrarás parecido a la película Moulin Rouge. Otro dato al margen: el actor que hace del otro en cuestión es Eric Roberts, hermano de la actriz Julia, del mismo apellido, claro.

 

Post-credits scene

No es la primera vez que The Killers hacen un hilo narrativo formado por varias canciones (en otro momento te voy a contar sobre la historia de un asesinato conformado por tres canciones. No por nada se llaman así), pero que pasen tantos años entre una y la otra llama la atención. Más cuando la historia detrás fue tan real y le significó tanto a su autor.


Uff, ¿por dónde empezar? Vamos con el dato duro y de ahí abrimos juego al análisis. En 2012 lanzaron su cuarto disco, “Battle Born”, que incluía el tema Miss Atomic Bomb, que continúa, años después, la historia de Mr. Brightside. En la letra y en el clip (nuevamente con actuación del hermano de Julia Roberts) se sigue la trama. Brandon ya es un hombre mayor y recibe una carta (o al menos eso cree) y se imagina cómo pudo haber sido continuar la historia de amor con quien aquella vez lo había engañado. Ella es Miss Atomic Bomb: tan brillante y seductora pero con peligro de estallar y que se disperse todo el daño que antes le había hecho.


Clip de Mr Brightside de The Killers 
recreación del clip de Mr Brightside en Miss Atomic Bomb
El clip recrea de forma animada escenas de Mr Brightside.


Otros condimentos de la canción incluyen los testeos nucleares en los años 50. Tras La carrera espacial y la ciencia al servicio del descubrimiento de lugares desconocidos y el desarrollo de nuevas armas, llevaron a actividades como la elección de la “Miss Atomic Bomb”, (mal llamado) certamen de belleza que coronó a Lee A. Merlin en 1951.

Miss Atomic Bomb (2012), con muchas huellas de aquel muchacho positivo (Mr brigtside, 2004)

Ahora podés prestar atención a las dos canciones con la información que acabás de leer. 


La verdadera Miss Atomic Bomb: Lee A. Merlin


sábado, 9 de mayo de 2020

Ni flores ni días robados



“Hace unos días me robé una planta porque me hacía acordar a la abuela. Era una de bolitas que ella tenía en la entrada de su casa”.

Este mensaje le mandé a mi madre a principios de julio de 2019 y estaba acompañado por unas fotos de la planta replantada en una maseta mía en mi cocina. Creo que le había contado que me habían dado ganas de escribir sobre la planta, o al menos la conexión que tenía conmigo y algunos recuerdos compartidos de la familia. Un poco quizás para justificar el hurto, calculo.

No lo terminé haciendo. Quizás porque uno está muy metido en la rutina. En lo que aprendimos a hacer para subsistir, lo que nos da recompensa tangible a corto plazo. Cosas que se hacen automáticamente, casi sin pensar, y que cubren esos espacios que olvidamos llenar con lo distinto, lo simbólico.

Y la planta se fue marchitando, perdiendo fuerza y color. Las bolitas ya no estaban y me creía un tonto por no coincidir más lo que podía ser mi escritura con su máximo esplendor.

Ahora no recuerdo bien qué hubiese escrito en ese momento. Aún así, siendo los primeros meses de 2020, yo seguía regándola. Casi como de costumbre. Finalmente el 26 de abril levanté la mirada y encontré las primeras bolitas y flores, y sus hojas más fuertes y de un verde que te dice que más viva no puede estar. El arrepentimiento por no aprovechar aquella época podía solucionarse de una manera. Esta es la manera.

La casa de mi abuela estaba repleta de plantas. De algunas me acuerdo, quizás porque eran mi principal víctima y la de mi espada de He-Man. Había calas, aloe vera, rudas que te deschababan cuando habías estado castigando a las plantas y aparecías por la puerta, además de otras tantas de diversas formas  y colores que no podría identificar. Entre ellas había una que sobresalía por la forma de sus extremidades, con bolitas de colores. No es sorpresa a esta altura de la historia que me detenga en ellas.

Acompañaban el camino hacia el parque, y me era muy difícil no explotar sus bolitas como chasquidos. La mayoría estaba en masetas sobre una mesa que nunca usamos de mesa, aunque había algunas debajo de la caída del rocío del porch. Cerca de unos sillones que nunca usamos de sillones –o al menos desde que tengo memoria-. Pienso en las veces que la vi de reojo sin la importancia que hoy le doy.

Abajo del departamento donde vivo en Buenos Aires, a apenas unos metros de la entrada, hay un árbol que estaba rodeado de esta planta. Cada vez que pasaba, dependiendo de la época del año, más fuerte era el recuerdo de las travesuras y las tardes en lo de mis abuelos, entre héroes y enemigos imaginarios, y plantas reales.

Hasta que un día -no sé qué habrá pasado por mi cabeza distinto al resto de los días- decidí sacar de raíz una de esas plantas, que a diferencia de otras tenía una motivación de puta madre (me agarraré de Fontanarrosa para dar a entender que no hay mejor forma de decir algo que diciéndolo de la manera en que debe decirse). El fin no podría ser malo, así que no sentí culpa. Un pibe de provincia que siempre vivió rodeado de plantas, árboles y verde, se detenía en unos pocos metros de pasto y barro de la cuadra para cometer un ilícito –asumiendo que quizás en algún código contravencional diga que esto no se puede hacer–.

Crecida la planta, y luego su declive, las preguntas eran: “¿por qué no escribí esa conexión en ese momento?”, “¿tuve que esperar a que se marchitara para darme cuenta que me estaba aportando un valor que no supe ver del todo?”, “¿tuvo que morir para darme cuenta lo que significaba?”. Hasta podría creer que la planta no hace más que proyectar sobre personas y que hasta es una excusa para referirme a mi abuela. Podría arrancar escribiendo y seguir por hojas, pero ahora amerita otras conexiones.

Yo tuve una planta de chico y con el tiempo aprendí a verla distinto. Es como cuando te dicen que al Principito lo tenés que leer en distintas etapas de la vida pero que todos sabemos que esto pasa con cualquier texto. 

Esta semana floreció y, sabiendo qué es lo que le depara, con los fuertes colores de sus frutos y su posible declive, la evidencia no hace más que empujarme a aprovecharla mientras sus primeras flores aparecen. Aprovechar esta sensación de extrañeza hacia uno y hacia el resto, hacia aquellos momentos de infante. ¿O acaso nadie no está pasando por la sensación de extrañar, de sentir nostalgia?

Quizás la planta y sus flores sean una excusa para mirarnos y recordar de no quedarnos más con las ganas de decir. Porque ya lo dice la palabra “nostalgia”, que esconde en su significado el de “regreso” y “dolor”. Y aunque duela pensarlo, hay cosas que no van a volver, salvo mi planta, que volvió a florecer para permitirme escribir que esta vez, más que frutos, me dio la posibilidad de ir una vez más al jardín de mi abuela.

Las dos fotos son actuales. 
Esperemos que cada año me siga llevando al jardín de la abuela.