Luciano Olivera presentó su tercer libro “No
le llames amor a cualquier cosa”, una selección de cuentos que giran en torno al
amor en todas sus dimensiones y formas.
El escritor, docente, productor y director
audiovisual Luciano Olivera presentó este jueves 12 de diciembre su tercer libro titulado “No le llames
amor a cualquier cosa”, editado por aurelia rivera libros, y en el que
introduce al lector en una ensalada de vínculos e historias que ponen el eje en
imágenes de amor en todas sus dimensiones, y a las que nadie podría poner en jaque.
La presentación arranca con una aclaración.
Que eso que muchas veces se suele decir “amor”, no lo es tal. No lo pone en
consideración aún sentado al lado de la escritora y periodista Florencia Canale,
con larga trayectoria dedicándole hojas al amor. Quien es el “imputado” de la
tarde (como lo presentó -valga la redundancia- la presentadora) es Luciano
Olivera que, minúsculo ante un auditorio completo de la Casa de la Lectura, pone
en común algunas de las pautas para leer su tercer libro “No le llames amor a
cualquier cosa”.
El tercero de los hijos de Olivera (sin
contar a Lola, que se infiltra en alguno de los cuentos) detrás de “Caramelos y
aspirinas” y “Largavistas”, repasa espacios densos, bien descriptos de igual
calibre que una más que trabajada observación, pero contados desde el amor en
todas sus formas. El de Lili, la hija de Miguel; el homenaje al Negro Fontanarrosa; la
devoción por la cultura del fútbol –que en muchas ocasiones tan mal nos hace
pero que no podemos dejar de amar-; Papá Noel y Dios; el piano de Carlitos Balá
-tan cerca y tan lejos por culpa de la injusticia como única explicación de la
trama-; el amor de los amigos y el de un hijo hacia su madre vientre afuera y
vientre adentro; el del amor-amor en su máxima expresión ochentosa; y otros
tantos que se alistan en el porvenir.
“Para mí el amor es un continente de
amistades. Puede tener muchos colores y matices, pero básicamente están
fundados en la amistad”, cuenta Olivera, que en esta entrega tampoco dejará a su
Independiente por fuera de las hojas. “Siento algo muy parecido como una relación
amorosa con mis amigos. Calculo tener muchos amigos, de toda la vida y otros
sumados de hace poco”, completa.
“Soy muy observador. Tengo tantas imágenes que
acumulo que agarro cualquiera y me pongo a escribir. Las que quedan de verdad
en la memoria por algo quedaron y esas son las que suelen servir más”, desviste
el escritor parte de la fórmula que lo llevaron al tercer libro.
De
esto trata “No le llames amor a cualquier cosa”, un imperativo en clave Olivera
para ir atrás –porque Olivera es memorioso y su terreno más cómodo es el de la
niñez y la infancia– en los recuerdos que se filtran cuento tras cuento. “No soy negador de estos tiempos, pero
probablemente el vértigo en el que vivimos haga algo que nos parezca amor algo
que en realidad es mucho más ficticio, más efímero”, cuenta el escritor, que
seguramente será recordado la próxima vez que alguien tenga que jugársela por
amor (o algo parecido al amor).