La inmensa necesidad de materializar alguna
de las tantas cosas e ideas que por la cuarentena deambulan por mi cabeza me
llevó a abrir un documento de Word en blanco y llenarlo con algo que sea
novedoso y, al mismo tiempo después del punto final, me encuentre medianamente
satisfecho. Hasta ahora había sido el alcohol un recurso para mitigar esta
tensión que repercutía en el cuerpo, como desconectando alguna función que me
tenía en alerta y conciente de una parte que difícilmente podía controlar.
Claro que el inconsciente no labura así, diciéndole qué no tiene que hacer ni
pensar.
El disparador fue la aparición de un video,
que luego descubrí que era de hace más de 3 años, pero que bien podría encajar en
este presente de reclusión social obligatoria. Se trataba de Samsung y su dispositivo
de realidad virtual Gear VR que se
promocionaba como una alternativa para superar miedos y fobias. Pero así como no
le podés decir al inconsciente que no actúe de cierta forma, una marca te está
diciendo “be fearless” (no tengas miedo), paradójicamente, como si la lógica
del mercado fuese distinta a la del sujeto.
El ejemplo era una persona con temor a las
alturas que con los anteojos podía “vivir” de forma artificial la experiencia
de estar en una montaña o un sitio de altura, aunque también ofrecía situaciones
ficticias referidas al temor de hablar en público. Hoy esa podría ser un escape
imaginario tras la puerta y las paredes que nos impiden salir para reducir el riesgo
de contagio del coronavirus. Inmediatamente pensé que esto podría ser visto
como de forma violenta. Pronto vendrían las respuestas a ese video, las opiniones de especialistas que lo tomaban como una solución a medias.
Es que recordé que cuando analizaba
canciones, bandas y procesos creativos musicales surgieron unas que estaban
vinculadas con lo que se llamó la Terapia Primal (o terapia del grito primal,
etc –tiene otros nombres-) del estadounidense Arthur Janov popular en los 70 y que fue
criticada desde la comunidad científica por su poca capacidad de demostración y por centrarse en los aspectos dolorosos reprimidos. Es que en la
práctica, esta terapia consistía en la experimentación corporal, sensorial, de
emociones causadas por sentimientos y pensamientos reprimidos. Es decir que si vos tenías
miedo al agua, el sometimiento a permanecer involuntariamente bajo el mar o ser
arrojado de un muelle, eran moneda corriente para esta práctica hasta entonces poco ortodoxa.
Suena malo, e insisto, violento (desde lo
simbólico, principalmente), pero lo alternativo era un modo de ser y conocer
por aquellos años, y la terapia del grito primal (Primal Scream, como se llamó
el libro de Janov en los 70) eran un motor para lo que vendría en lo musical.
John Lennon es uno de los más conocidos artistas que pusieron su cuerpo a experimentación
para darle una vuelta de tuerca a la producción musical y compositiva. Fue
luego de leer el libro de Janov junto a Yoko Ono, en un momento de crisis
personal tras la separación de The Beatles. Semanas de angustia y llanto fueron el
resultado de esta experimentación, que se vio materializado en el primer álbum de
la dupla y en canciones como "Mother" (quizás la maduración de "Girl" de los 4 de Liverpool).
Pero volviendo a lo que representó en la
música la terapia, otro de los ejemplos que se ven en lo más superficial pero
que también permite un análisis más elevado es el nombre de la banda formada
por Curt Smith y Roland Orzabal (dato al pasar: nieto de argentino), Tears for
fears (lágrimas por miedos). Protagonistas del rock de los 80, admiraban a las
terapias de Janov y adquirieron su nombre basándose en un capítulo del libro Prisioners of
pain (Prisioneros del dolor) del psicólogo. De más está mencionar su
vínculo con la canción “Shout” (grita) cuya letra invita a sacarlo todo, exteriorizarlo,
como sugería la terapia primal.
La
terapia también dejó sus huellas en la superficie de otros artistas, entre los que se destacan los escoceses Primal Scream.
Ok. Quedé algo satisfecho. Misión cumplida.
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